Volvíamos de Selous, en las
avionetas… volando bajo y entre nubes, la vista era magnífica, el vuelo
entretenido, nubes y la reserva, de pronto el mar azul turquesa y arrecifes y
la capital de Zanzíbar,
Stone Town la parte antigua o la “Ciudad de Piedra de
Zanzíbar” una ciudad antigua y decadente, en la que se adivina una época de esplendor,
cuando el sultanato de Zanzíbar era fuerte y poderoso y tenía lazos comerciales
con Europa, principalmente la mercancía humana, el comercio de esclavos, una
época triste e inhumana que aún no ha borrado todas sus huellas.
Visitamos la ruta de los esclavos, se pueden ver los
barracones en piedra semienterrados, con unos agujeros en lo alto, para que
entrara el aire, donde tenían a los hombres que luego embarcarían en bajeles,
camino de entre otros lugares diversos países africanos y luego cruzaban el Atlántico,
hacia
La Habana, allí luego distribuían por Norte América y Sud América, para
venderlos en los mercados de esclavos, para que trabajaran en campos de cultivo
en condiciones infrahumanas y de por vida. Caminamos por la misma senda que los
llevaban desde los barracones, donde esperaban a ser embarcados, hasta la playa
donde las barcas los trasladaban a las bodegas de los barcos, hacinados y
encadenados. Hay una parte que es acantilado, hasta que vas bajando hasta el
nivel del mar, en este acantilado nos contaba el guía, que los hombres bien
enfermos, bien no aptos para el trabajo o mayores, que podrían ser una carga
más que un negocio, eran arrojados desde lo alto y no llegaban a la playa para
ser llevados a vender.
Totalmente inhumano y triste. Se te encoge el corazón
cuando ves que estás en el mismo sitio donde la gente sufría tanto. Como digo
este fue un capítulo ya pasado y oscuro de la historia, espero que se haya
aprendido bien la lección y no se vuelva a repetir. Después fuimos a ver una
parte más amable y más gratificante “La Ruta de las Especias” una finca enorme,
donde plantan y recolectan,
árboles y plantas exóticas, de donde se sacan las
especias que utilizamos habitualmente y frutas tropicales, que vienen de
allende las tierras, pues muchas las vimos en vivo y en directo allí, como el
“clavo”, el “rambután”, "mandioca", “piña tropical”,
“mangos”, “aguacates”, el árbol de la
“vainilla”, “nuez moscada”, etc. pero nos cayó una manta de agua, lluvia
tropical que de momento parece que se hunde el mundo, pero a los veinte minutos,
sale el
sol y como si nada… comimos allí, en un barracón enorme abierto por los
lados, en el suelo sentados
en unas esteras y descalzos, no en vano estamos en
un país musulmán. Los niños no se separaban de nosotros… después de comer
compramos jabones hechos a bases de especias y las propias especias.
La
estancia en la ciudad estuvo muy bien… nos alojamos en un hotel con mucho sabor
el “Africa House” donde se alojaban los grandes exploradores y también los
cazadores que luego abatían sus presas en las antiguas reservas utilizadas para
eso…
pero me quedo con la de los grandes exploradores que se internaron por las
sabanas y la selva africana, buscando las fuentes del Nilo, o las grande
montañas como el Kilimanjaro, monte épico…
un hotel donde los atardeceres desde
el “Sunset Bar” con la terraza que sale en los folletos turísticos como una de
las cosas que no puedes perderte en tu visita a la ciudad.
Las veladas en el salón
árabe, tirados en los cojines por el suelo y la narguila.
La ciudad tiene
muchas cosas para ver, el Palacio del Gobernador, actualmente museo histórico
de la ciudad y de toda Zanzíbar, la casa natal de Freddie Mercury, o el
Millenium
Livingstone Beach Restaurant, donde comimos y que fue residencia de los famosos
exploradores Livinsgtone y Burton,
o el mítico restaurante The Swahili House, en lo
alto de la ciudad desde dónde se tienen unas magníficas vistas del conjunto de
la ciudad, además de degustar comida típica del lugar.
O el mercado dónde
puedes encontrar pescado de arrecife, pero en la misma calle o carne colgada de
ganchos dentro y sus calles estrechas donde te puedes encontrar con masais,
ataviados con sus ropas típicas, artesanía y gentes variopintas.
Stone Town, no
te deja indiferente. Lo agradables que son sus gentes, a pesar de haber tenido
una historia triste de opresión y de la pobreza reinante, siempre tienen la
sonrisa en la cara y la amabilidad como costumbre. El último día era un poco
triste, porque se terminaba la aventura, tocaba a su fin, a recogida de maletas,
a hacer el equipaje apresuradamente porque teníamos que dejar el hotel, pero el
vuelo era por la noche… nos tocaba estar todo el día fuera, pero no importó…porque era alargar la estancia en la ciudad un poco más e impregnarse de la esencia del viaje, el mezclarse con los nativos, por las calles polvorientas y estrechas de
Stone Town, con sus gentes de etnias diversas y colores llamativos, cansados regresamos al hotel para que nos recogieran y llevaran al aeropuerto, el más destartalado que conozco,
pero por eso mismo guardo un recuerdo a aventura y a anécdota, que es lo que más se perdura en el tiempo... de noche nos subimos al avión y despegamos... vuelta a casa. Ciao amigos hasta la próxima... en nada de tiempo.
Muy interesante
ResponderEliminarGracias Sonia, es un viaje más... como otro cualquiera, pero visto a través de mis ojos, desde mi punto de vista personal. Muchíiisimos besos y un abrazo grande. :D
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