domingo, 30 de marzo de 2014

Filipinas... las islas del rey

A bordo del Ona...Filipinas en honor a Felipe II

Era semana santa… y nos apresurábamos para facturar en los mostradores de KLM en el Aeropuerto de Madrid-Barajas,
para después de un viaje bastante largo con tránsito en Ámsterdam y escala en Taipéi y después de unas 24 horas de viaje, llegábamos a Manila, pero no… no había acabado el viaje, nuestro destino era el Ona, una embarcación típica filipina una “banka” con grande flotadores que le daban un aspecto de gran trimarán, pero nos aguardaba en Anilao, a unas seis horas de autobús, en la zona de Batangas, cansancio, ojos cerrados, sentados en mil posiciones distintas para destensar los músculos que se agarrotaban, unas treinta horas de viaje desde el embarque en Madrid… de no saber como ponerte para descansar en la medida de lo posible. Por fin, nos llegamos a Batangas muy de noche, y nos esperaba Santi, el dueño del Ona, el barco donde íbamos a pasar la siguiente semana embarcados, en safari submarino y vida a bordo.
El Ona, no es una embarcación al uso,

es una embarcación autóctona de Filipinas, construida y diseñada para el buceo, pero respetando las características de las embarcaciones nativas, una quilla con poco calado, muy estilizada y proa alta, que corta el mar limpiamente, estrecha y con los dos flotadores laterales paralelos a la quilla, que le dan estabilidad, construida en madera y los grandes flotadores de bambú, gruesos y largos, atados en un haz de varios de ellos, tienen una ventaja sobre los flotadores hechos con otros materiales,
el bambú son una serie de cámaras estancas, si alguna se agrieta o se abre, los otras cámaras siguen haciendo su función, un barco muy exótico y con mucho encanto, muy espartado eso sí, no tiene los grandes lujos de otros vida a bordo, de Mar Rojo, Maldivas o Thailandia, no… pero tiene el encanto de la sencillez y la ingenuidad, cabinas pequeñas, sin baño…  comedor pequeño y casi unido con la zona húmeda de equipamiento, pero tan maniobrable y tan navegable que se mete donde otros no pueden, al tener tan poco calado, puede llegar hasta el propio arrecife y saltar desde el barco, sin necesidad de zodiak o dingui, para ir al punto de inmersión… no se pierde tiempo, es una gran ventaja, pero o mejor va a bordo, los compañeros y estábamos convencidos y dispuestos a divertirnos y pasarlo bien.
Nos embarcamos y empezamos la singladura, primeramente por la zona de Anilao,



en Cathedral Rock, hicimos la check dive, y ya empezamos a disfrutar, aunque he de decir que con carácter general en todo el buceo, la visibilidad no era la mejor, hay mucho plancton y hace que se acorte la zona de visibilidad, pero compensó la riqueza y variedad de vida. Hicimos toda la zona de Anilao y Sumbrero Island, para pasar a Puerto Galera y Verde Island, haciendo Sabang Wrecks y Manila Chanel,



toda esta zona de Verde Island Passage, que es la que os cuento, es decir el estrecho entre Anilao-Batangas y Puerto Galera, que es el formado por las islas de Luzón y Mindoro, sin embargo se caracteriza por su vida pequeña, nudibranquios, pulpo anillado, Gosht Pipe Fish, Mandarin y Pigmeo Sea Horse increíblemente pequeño pero bellos, especies increíbles,


también nos visita la cobra marina, que en ocasiones acuden a cientos, para reproducirse. En Anilao, concretamente en Darilaut Wreck, tengo mi record de duración de una inmersión, en 92’ la más larga que he llegado hacer, así como mi record en profundidad lo tengo en Maldivas, con 43,6 mts. en un corner para ver tibus, de duración está en Filipinas, son curiosidades.


 También ha sido el viaje con más inmersiones sucesivas que he hecho, el viaje estaba proyectado en 28 inmersiones, 4 diarias con nocturna incluida, yo hice 27 porque un grupito, no
s saltamos la segunda del cuarto día, estábamos en la zona de Puerto Galera, cerca del Manila Channel, pero nos hablaron de unas cataratas que había en el interior,


de forma que planeamos la visita, nos acercaron a Sabang y alquilamos un “Jeepney” un vehículo híbrido y totalmente tuneado, muy curiosos, su nombre deriva de “Jeep”, en la segunda gran guerra, el ejército yankee luchó contra los japoneses en Filipinas y en toda la zona del Pacífico y Mar de China, las tropas yankees,

dejaron gran material, entre los que se encontraban los famosos jeeps, que los filipinos se apresuraron a reciclar, para darles utilidad les alargaron la caja y los convirtieron en pequeños autobuses, bien de línea, bien para excursiones, ahora son fabricados expresamente así, pero delante tienen toda la apariencia de un jeep grande, con una caja prácticamente abierta, muy curioso en cualquier caso. Alquilamos un jeepney, para ir a las Tamaraw Falls, que están en el interior de Mindoro, por una carretera muy serpenteante con la que ganábamos altura e íbamos divisando un horizonte espectacular con la bahía abajo, era un lugar muy pintoresco,




después de la visita a las cataratas, nos llevaron a White Beach, una playa de origen coralino paradisíaca, y luego retomamos las inmersiones ese día en Manila Channel, que estaba relativamente cerca,


las noches en cubierta eran relajantes, hablando de las cosas que habíamos visto por el día, charlando y viendo anochecer, las puestas de sol eran espectaculares, bueno…



yo no conozco una puesta de sol, que no sea mágica, la verdad. La vida en los pueblos es a pesar de haber construcciones sólidas, muy de poblado nativo, las calles no están asfaltadas, los niños suelen ir descalzos…


y con ropas de muchos usos, y muchas heredades, de hermanos mayores a pequeños… en  esta zona, el buceo es una entrada importante de divisas. Las etnias conviven en una mezcolanza heterogénea pero sin grandes conflictos, parece que el reparto de negocios lo tienen claro, los musulmanes se encargan del comercio de perlas, que son abundantes y los filipinos de otras religiones o creencias, se reparten la artesanía y el comercio de coral, los idiomas predominantes son el Tagalo y el inglés casi, casi a partes iguales,


el español está casi desaparecido solamente queda una pequeña zona en Zamboanga, en la isla de Mindanao al sur de Filipinas, en la que sigue hablando el “chabacano” que es una palabra de origen español que significa vulgar o bajo, que definía el lenguaje de baja calidad que se hablaba en la calle por los no españoles, ya que era así como lo consideraban, lenguaje paria y era una mezcla de español y otros dialectos filipinos, actualmente se habla en esta zona y en algún reducto de Malasia e Indonesia.

Después de explorar la zona de Puerto Galera,




navegamos rumbo a Anilao-Batangas de nuevo, para terminar las inmersiones en Anilao Pier, muy espectaculares y llenas de vida. Cerrábamos el ciclo de inmersiones en este punto. No éramos un grupo demasiado numeroso, ya que el Ona, tiene cinco camarotes para dos personas, pero hubo buena armonía, risas y emociones.



Cuando terminamos las inmersiones, endulzamos los equipos, para preservarlos del salitre, que es muy dañino y lo pusimos a escurrir para hacer las maletas… algo de pena nos invadía, era poner en evidencia que el viaje terminaba, y eso no es grato. Cuando todo estuvo en orden y recogido, llegamos a Batangas, al puerto donde nos recogieron en un transporte camino a Manila… que os contaré en otro momento


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