lunes, 13 de mayo de 2013

Viaje vertical....

De abajo arriba, de arriba... abajo. Lo más parecido a volar que he experimentado, es saltar al vacío y sin nada, caer... caer... caer... aislarte del resto y solo ver nubes y tierra abajo, perder la noción del tiempo e incluso del espacio, del dia y de la noche ¿en que piensa un pájaro? seguramente no son pensamientos estructurados y articulados por el lenguaje, si no conceptos "vivir y volar", así me sentía yo, viajando en vertical.

Te equipas, te dan unos consejos y unas instrucciones... subes a un avión Pilatus Turboporter, te hacinas en el interior con otros ocho o diez "pirados" y hablas, piensas, ríes  te tensas y te destensas, vuelves a pensar ¿pensar...? en nada por dios, no hay vuelta atrás... a tu alrededor, personas que bromean, bromas del instructor, bromas del piloto, bromas del cámara y yo sonrío ¿pero es que estamos todos locosss...? "SÏ" así es, una locura quizá transitoria  pero maravillosa en cualquier caso, por experimentar el vuelo sin más, el salto... ruido de motor de hélice, buen rollo y ganas de vivir, altímetros que se miran y comprueban repetidamente, hasta que alguien, dice "doce mil" y en ese momento abre una puerta... una puerta a la libertad, y todos en un ritual obligado, nos saludamos chocando los nudillos, y nos deseamos buen salto y suerte, nos despedimos ¿podría ser el último saludo? podría ser, es de damas y caballeros despedirse y desearse lo mejor, por si acaso, es en ese momento que la sonrisa se congela y pasa a ser un rictus de   fugaz preocupación y hormigueo interno, el ruido del motor se suma al zumbido del aire en el exterior, y ves las nubes y la tierra abajo sin protección o barrera alguna que te separe de las inclemencias, no hay vuelta atrás, pienso para mí... no, ya no y en menos en que lo cuentas, te ves casi fuera del aparato, sentado en el borde de la portezuela, viento en la cara y 1, 2 y 3... y caes... caes... caes... caes.... sin remedio, como una piedra lanzada a un pozo sin fondo, quieras o no, los músculos, tendones, huesos e ideas se distienden y relajan, se olvidan de lo que eres, se olvidan que pertenecen a un mismo cuerpo, a una misma entidad y un grito laaargoooo y seguido, se escapa sin ordenarlo desde lo más profundo del estómago y de tu ser. Pasados quince o veinte segundo al menos, ya no hay miedos, desasosiegos, tensiones, agobios y problemas, solo viento en la cara y la tierra que se agranda y la mayor sensación de paz y tranquilidad, eres uno con el aire, eres aire, nube y viento, no hay vértigo, no hay enemigos, no hay conflictos, no hay nada, solo tú bajando y bajando, no hay tiempo, ni espacio... hasta que... una mano enorme, para la caída uniformemente acelerada, se abre el paracaídas y se ralentiza el ensanchamiento de la tierra, ya no se agranda tan deprisa, una sacudida y el viaje vertical y rápido se convierte en un viaje horizontal y más sosegado, pero siempre el viento en la cara y el zumbido del aire en los oidos, es Eolo que te habla y te dice que no hay problema, que todo va bien. La vista magnífica de la tierra bajo tus pies, el espíritu de Ícaro y el alma de un ave, que solo quiere libertad.


Maravillosa experiencia, mi primer salto (pero no el último) en paracaídas y recomendable al cien por cien, el experimentar los efectos de una droga natural, que se llama vivir y ser consciente de lo insignificante que eres y del milagro y la fortuna de estar vivo
. (salto en Sky Dive Madrid de Ocaña).


Peter





2 comentarios:

  1. vaya experiencia...el video precioso y muy bien explicado todo, cosa normal en ti, pero te aseguro que por muy recomendable que sea, yo ni que me agarre un buen "mushasho " por atrás salto...jejeje

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  2. jajajaaaa... Ter, bueno... eso pensaba un poco yo también, pero si te decides luego no te arrepientes para nada... te lo aseguro, hay que tener una pizca de locura eso sí... besazos Ter :-)

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